lunes, 16 de julio de 2012

Testimonio: las palabras de Gabriel, la historia de muchos


“Yo me empecé a drogar a los 13 años. Fue en el colegio secundario con marihuana. Me había criado con chicos de mi barrio y éramos muy amigos, íbamos a todos lados juntos. Nos empezamos a juntar con unos pibes tres o cuatro años más grandes que también habían empezado a consumir. Se nos hacía muy difícil conseguir la droga, por eso fumábamos sólo los fines de semana. Como mi casa quedaba a una cuadra de la villa donde pasé gran parte de mi infancia, fui allá y me encontré que los pibes que antes jugaban a la pelota conmigo, ahora vendían.
Yo tenía el contacto. Nos juntábamos los sábados después de comer y comprábamos una buena porción para toda la semana. Íbamos a bailar a Terremoto. Un día en una pelea nos hicimos amigos de unos chicos de Ciudadela, de los monoblock, y empecé a tomar merca con ellos. Se empezó a correr la bola en el barrio y venía gente de todos lados a pegar.
Mis amigos de a poco iban dejando todo y me decían 'dejá vos también' y yo les decía 'en Año Nuevo' y así pasaban los años. Mi familia no se daba cuenta de nada, pero yo había perdido la comunicación con ellos y no hacía nada para que revertir la situación. Empecé a dejar de trabajar y como en mi casa no me daban más plata, me puse a robar carteras en bicicleta y después negocios en otros barrios. No me paraba nadie. A veces la policía me encerraba, pero después salía. Ya robaba en mi barrio, en donde sea.
A esa altura mi mamá se iba a trabajar a las 5 y yo llegaba a las 4:30. Me acostaba en la cama y veía como ella lloraba y daba gracias a Dios de que yo había llegado sano. Un día mi hermano me encontró veinticinco gramos de droga. Yo había tomado LSD y no la podía encontrar. Él me la dio y le contó a mi otro hermano y mi otro hermano le dijo a mi mamá. Ella me cubrió hasta cierto punto en que no aguantó más y se enteró mi viejo. Él me apretó un poquito y yo le dije que vendía y nada más.
Después descubrieron la verdad. Yo le prometía a mi viejo que no me iba a drogar más, le decía que lo hacía desde hacía cuatro meses y ya iban como cinco años. Me escapaba un par de días y volvía cuando tenía hambre o estaba todo sucio. Tenía conciencia del dolor que le causaba a mi familia, que la estaba destruyendo y que yo había tocado fondo. Un día paró un señor y me ofreció una revista sobre un tratamiento. Después llamé y me dieron una entrevista. Ahora llevo cuatro meses de tratamiento y cada día estoy más seguro de mi decisión. Éste, sin duda, es el mejor año de mi vida.